Hola a todos y todas! Vaya, vaya, vaya….y adivinan que? Pues nada, que he decidido el escribir aquel proyecto que tenía pensando desde semana santa (precisamente) y es el de…a que no adivinan? De Sacrilegio!, no, ese es el título del fic, aunque voy a cometer eso precisamente, lo presiento. Ja,jaja…de que se trata? Pues es una serie de fics mortífagos basados en frases o pasajes sagrados, no precisamente de la biblia, pero esa es la idea. A que no es divertido? Para una mortífaga si, en principio. Pero para otros,….y hablando de aquello, una muy evidente advertencia para todos los que van a leer el fic. Posible Lemon o lime, en el mejor de los casos, también, para no ofender a nadie, advertencias de posible (más que evidente) violencia y así también…Sacrilegio, en una palabra, sin ninguna intención de ofender a nadie, claro. Y el respectivo Disclaimer? Todos los personajes pertenecientes a J.K. Rowling, la genia que nos da para escribir fics, claro, a excepción de la personalidad de Reg y el argumento, todo es de ella. A leer?
Sacrilegio: El dulce Placer de profanar lo Prohibido…
En Bandeja de Plata
Ha nevado.
La nieve extendiéndose alrededor de la mansión es lo único que puede ver. El frío helado de su brisa congelándole el rostro lo único que puede sentir.
La mansión parece imponerse e imponer su poderío más aún en contraste manifiesto con la nieve blanca que lo desafía. Desafiando el color oscuro de los muros, desafiando incluso el color oscuro de las hojas de rosales de sangre creciendo alrededor, en los jardines, en ritmo desenfrenado. Desafiándolo todo.
La oscuridad se impone.
No muestra ninguna reacción al pensamiento, ni un solo músculo cambiando de posición, pero el ceño fruncido ligeramente es más que suficiente para demostrar su perturbación. Eso, y el gruñido leve que ha nacido de su voz, ya profunda.
La mano blanca, pálida, se extiende para posarse en el marco de la ventana, sobre la que está apoyado. Ébano, de tal pureza que no permite tampoco dejar de imponer su poderío, oscuro y a la vez destructivo. La nieve no durando ni un segundo antes de derretirse totalmente dejando una casi innotable huella de gotas que se deslizan por ella hasta perderse en lo infinito de las demás ya caídas.
Y los pensamientos sin dejar de perseguirlo en todo el día, el sueño que le han quitado evidenciándose en sus ojos grises y en las ojeras casi ocultas en su mirada perdida. Pensamientos y recuerdos, que no han dejado de perseguirlo desde que sucedió, pareciendo tan infernales como un demonio azuzando su espalda dia y noche, sin dejarlo en paz ni siquiera en sus sueños
El pensamiento todavía lejano, como si se hubiese quedado en los confines de aquella callejuela pareciendo ahora un callejón del que su alma no podría salir en mucho tiempo.
Ni tampoco sus pesadillas.
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Las figuras se habían movido con soltura, con agilidad;con divertida acción de movimientos en juego. Competencias implícitas entre ellos para saber quién llegaria a tiempo esa vez y quién llegaria al final. Quién ganaba y quien perdía. Quién se merecía el corte primero del cuello, el muggle, y también quien simplemente se divertiría con sus cadáveres después, mostrándoselas a sus familiares, colgándolas en posiciones grotescas en medio de la vía (Rosier se había convertido en un maestro en aquello) o si decidía convertirlos en Inferis. Total. El Señor Tenebroso les había dado permiso de hacer lo que quisieran, lo que pudieran y, en una frase: “lo que les plazca” y como eso estaba más allá de los límites que podrían muchos tener…las posibilidades se habían convertido en infinitas.
Todo el miedo había desaparecido. El miedo, el temor y las censuras. No había fuerza capaz de detenerlos y la única regla que obedecían entonces se había debilitado tanto que estaba a punto de perecer.
El llevar la máscara sobre el rostro.
Rosier se movió como un rayo alcanzando el claro primero. Apareciéndose con una sonrisa pintada de diversión y desesperación. Aquella que solía despertar todo el odio y el deseo a la vez en el lado femenino que también se había incrementado en sus filas. Ladeó el rostro para ver llegar a su lado, con paso fuerte y elegante a la vez a una mujer de cabellos rubios y desordenados, salvajes barridos por el viento sobre sus hombros. Florence. Paró en seco examinando a Rosier que había alzado al cadáver de mujer que había caído con un movimiento de varita antes de que llegaran y que ahora le servía de compañía de baile con los pies arrastrándose y deslizándose aún por el mojado piso por el que segundos antes había corrido espantada. Las risotadas no se habían dejado esperar y Dolohov había avanzado sin poder contenerse también con una mirada carnicera, la misma que ya no ocultaba en casi ningún momento. Parecía encontrarse ahora casi fuera de su control. La mujer rubia también lanzó un alarido descontrolado de risa que llamó la atención de Rosier que tarareaba cantando su victoria y que le clavó los llamativos ojos azules en ella. Sin ningún pudor avanzó un poco soltando el cadáver en brazos de Rookwood que la tomó sin problemas y que tenía la mirada misteriosa de antaño perdida para examinarla con la avidez de una fiera a punto de devorar, de arriba hacia abajo rodeado de los demás Mortífagos que también habían desaparecido las máscaras quebrantando casi en su totalidad el estatuto impuesto.
A excepción de uno.
Regulus observó todo con la máscara todavía sobre el rostro. Pálida, casi como su piel bajo ella. Sus ojos grises, los ojos de los Black encontrándose abiertos, de par en par mientras la varita paseaba dubitativa entre sus dedos largos y jóvenes dudando la razón de estar ahí, armados, como preparados para una lucha que nunca se llevaría a cabo, que nunca se llevaba. Preguntándose, igual que él mismo, el parecido que tenían las acciones desenfrenadas que cada noche realizaban con lo que había aprendido desde la cuna. Con los valores e ideales políticos y de igualdad y dominio y democracia totalitarista que tenía. Que había tenido desde siempre. Preguntándose la razón y el parecido entre el baile con un cadáver, el beso desenfrenado de Rosier con la mortífaga que enredaba los cabellos rubios sobre él y con lo que había creído que sería lo mejor para una sociedad.
Repentinamente un ligero vértigo lo envolvió haciendo girar todo a su alrededor.
- ¿Todavía con la máscara?- preguntó la voz de la mortífaga pareciendo tranquila a su lado y Regulus ladeó el rostro enfriando la expresión en un segundo y volviéndola tan indiferente y arrogante como siempre. Bellatrix rió al ver su mirada y se sorprendió al ver que parecía tranquila, y formal, como una reunión de té con amigos. Exactamente con aquella relajación que mostraba su madre en las suyas, a pesar de ser tan distinta la situación y el contexto que los rodeaba, tan distinto al perfume del té y el perfume de muerte que tenía alrededor. El hedor.
Su marido apareció inmediatamente detrás. Lestrange que también parecía exactamente igual que siempre. La indiferencia hacia la vista al cadáver que sangraba después de un par de cortes de juego que realizaban ahora los Carrow y que no había querido ver, le sorprendió de tal manera que no pudo ocultarlo bajo la máscara. Lo notó y con un movimiento elegante se lo quitó antes del comentario de Bellatrix que sabía que vendría.
- No es de nuestro gusto en realidad- se excusó alzando las cejas enfatizando lo que veía y se apoyaba en Lestrange que rodeaba sus brazos enguantados por su cintura. La delicadeza era infinita pero no se habría notado la fuerza si no hubiese sido por las arrugas delatoras que aparecieron y se perdieron entre la oscuridad de los trajes negros. – y del tuyo tampoco, por lo que veo- dijo hacia él cambiando su vista hacia él después de un parpadeo suave. Regulus mantuvo la vista fija mientras respondía preguntándose si querría saber mas detalles o deducir los que le daba su prima.
- No.
- Entiendo- se encogio de hombros la mujer con voz relajada sin insistir un mínimo que le dio escalofríos a Regulus que apartaba la vista en las figuras que se entrelazaban ahora unos metros más allá en la oscuridad, sin conseguir llamar la atención de los demás. El tono repentino llamó la suya, sin embargo- pero algo más si.
Observó a la mortífaga avanzar soltándose de todo agarre y reconoció también lejanamente a su prima, la que conocía en esa actitud depredadora y esa voz aterciopelada que había llamado su atención, al parecer tanto o más a él que a los demás que se detuvieron en un segundo sus actividades, risas y se dedicaron a observarla. Avanzó, pisando los charcos casuales que se extendían alrededor sin ningún cuidado pero con ese paso de elegancia natural. Avanzó pasando a su lado para luego sobrepasarlos y sobrepasar el círculo de la iluminaria que se consideraba el claro, mucho más allá, hacia la oscuridad total en la que se hizo difícil de distinguirla entre los demás. Vió a Lestrange entrecerrar los ojos verdes y a su hermano llegando al lado de él. Una mirada y lo comprendió todo antes de que pudiese escuchar, segundos después, los vítores y los jadeos desesperados y animales de las demás sombras.
Un niño.
Avanzó un paso que se extendió al mismo tiempo que la varita unos centímetros sin el aliento que le faltaba. Con las palabras contenidas y casi escapando de su garganta, atorándose antes de salir, provocando algo más que una molestia. Provocando auténtico dolor al hacerlo.
El temblor le recorrió el otro brazo, que pareció no notar nadie. Lestrange hizo un movimiento suave a su lado pero desvió la mirada antes de que pudiese comprobar la razón. El taconeo era todo lo que escuchaba y vió también a Rosier avanzar conjuntamente se arreglaba de un tirón la arrugada túnica negra y mirarla. También quería diversión. Cerró los ojos en la encrucijada cuando escuchó el gemido leve, delgado inocente e imperceptible y el rozar de las capas alrededor.
- Miren que tenemos por aquí- resonó la voz de la mortífaga por la callejuela y notó, por las gotas que resbalaban por su rostro que había comenzado a llover y todo se hacía más evidente. Las figuras de pie bajo ella, tan inmóviles por un segundo que parecían compartir los mismos pensamientos. Los mismos deseos. Ladeó la vista sin disimulo, esta vez para ver las expresiones, los rostros y verificar, con un deseo subconsciente muy en el fondo, que todo aquel teatro resultaba una charada, pero no encontró evidencia. Avanzó otro paso y el sonido de las botas en el charco fue lo único que se escucho aparte de la respiración más agitada de la mujer que se había parado al frente. Frente a la figura que comenzaba a moverse en el suelo, eso y su respiración agitándose más bajo la cortina del sonido del diluvio que se extendía alrededor. Era demasiado, demasiado, pero se dio cuenta demasiado tarde cuando se lo dijo a sí mismo, cuando la voz resonó en su mente, cuando todo había ocurrido.
La voz de Alecto Carrow lanzando una carcajada graciosa, de puro gusto, de pura satisfacción resbaló entre los charcos llegando hacia las dos figuras, una inmóvil ahora, completamente, y la otra, experimentando aquella satisfacción única que parecia ser la causante de los temblores ligeros que recorrían su cuerpo. Regulus cerrando los ojos demasiado tarde, demasiado pronto, antes de ver las expresiones diversas de todos, los sonidos de satisfacción y diversión. Los gemidos de gusto. Todo parecía una Orgía, una orgía de sangre en la que su prima estaba experimentando un deseado orgasmo.
Un hechizo voló entonces sobre ellos, sorprendiéndolos tanto como lo sorprendió a él. Un juego de luces que voló después casi conjuntamente en un orden predestinado para cada uno, como una sinfonía armónica dispuesta a arreglar el desastre. Los despertó haciéndolos lanzar la lluvia de maldiciones a las figuras iluminadas alrededor.
Todo fue un reflejo, una serie de movimientos no planificados que fueron los responsables de lanzarlo fuera de las maldiciones que se extendían a su alrededor, todas de un color verde brillante, translúcido y casi débil. Las identificó como maldiciones imperdonables, aunque parecían tan diferentes a los que les pertenecían a ellos, de un color verde definido y casi fosforescente que parecían ser solamente burdas copias. Escuchó la carcajada de Rosier y también los gritos de Rookwood, burlándose y esquivando a su vez todo lo que les rodeaba. Regulus, por su parte, había saltado detrás de aquel muro de piedra antiguo en el que habían impactado al menos una docena de maldiciones, todo a su sombra, había sido más rápido, más ágil y mucho más inteligente para evitarlo. Lo mismo que Barty, el cual había desaparecido bajo la sombra de una mancha color de la muerte pintándose alrededor. Estaba lo suficientemnte impactado para no lanzar ninguna maldición, ni siquiera para defenderse. El aire de muerte ya podía olerse a su alrededor, y sabía que sería mucho más fuerte, todos lo sabían, y por eso notaba todo el entusiasmo, toda la diversión llegando a un punto culminante en el ambiente. Las máscaras habían desparecido, lo que significaba una sola cosa.
Todos debían morir.
Avanzó titubeante, para lo que estaba acostumbrado en una lucha. Alzando la varita para la protección más que pare el ataque, como siempre había preferido. Avanzó tan rapidamente hasta el punto en que se detuvo considerándolo todo.
- ¡Mierda!- maldijo Dolohov cuando paró en seco haciendo un movimiento circular, totalmente reflejo alrededor de él evitando una maldición que desapareció como un montón de chispas en el aire. Clavó su mirada de fuego en el rostro de Regulus, totalmente paralizado, pero no tuvo el tiempo suficiente para decir nada pues en menos de un par de segundos ya había desaparecido para ir tras un auror que había optado por desparecer en el aire. El aire que le faltaba en los pulmones.
- ¡Black!
Había vuelto la vista de una vez escuchando la voz de Barty venir detrás de uno de aquellos contenedores de basura al final. Se volvió demasiado tarde, y lo sabía.
Se encontró en un segundo a su merced.
La figura encapuchada había aparecido a su lado sin que se hubiese percatado. Lo notó cuando sintió el gemido venir debajo de la máscara que cubría el rostro, y cuando le vió extender los brazos y una varita sostenida por la mano enguantada de negro. Se volvió inmediatamente, aunque, antes de que se diese cuenta, ya su varita se encontraba veinte yardas más allá extendiéndose sobre un charco.
El pensamiento se hizo evidente.
La varita se había ido y estaba a su merced.
Hubiese creído que ella lo querría acabar en cuanto vió el cuchillo volar hacia él pero en un segundo ya tenía el mango posandose en su mano izquierda.De plata fina con una triple hoja que lo hacía fatal. Nunca lo había visto hasta ese día.
- ¡Matalo!!- gritó la voz de Bellatrix ordenando, con toda la furia haciendo cabalgar sus palabras con aquel acento encendido que encendía a la vez sus mejillas de porcelana fría y los ojos grises.
Un movimiento ágil había bastado para quedar detrás de él y con un movimiento la figura encapuchada cubierto el rostro por la máscara blanca se revolvió al sentir la fuerza del momento de adrenalina rodeándolo en brazos del joven, Fuerte., mientras se recordaba que lo había matado y a ella también en la primera oportunidad.
Le degolló el cuello al mismo tiempo en que sentía los sonidos guturales y extraños salir detrás de la máscara despue´s de una ligera sacudida.
Y después. Nada.
La nada que le decía que todo había salido perfecto.
Un sobresalto lo había obligado a desviarse y desviar el pálido dedo para cortarlo inmediatamente, haciéndolo sentir el dolor punzante, físico después. Tan parecido a la sensación en el pecho que le hizo confundirlo un segundo, aquel en el cual se fijó en el elfo parado frente a él.
- Mi Señor- se agachó tornándose de rodillas después de la reverencia profunda y bajando la cabeza sin mirar al frente al hablar- el Señor y La Señora mandan a decirle a usted que la cena…la cena, Mi Señor, está servida y que esperan que los complazca con su presencia esta noche.
Se había negado a comer después de aquello, y lo habra olvidado todo a no ser por la presencia del retortijón de hambre que lo había invadido cierto tiempo, más al sentir el aroma delicioso de las cocinas. Casi había olvidado que era Navidad a pesar del lujo y de los adornos en la mansión Lestrange, la que ahora habitaba después de Hogwarts, para “tener buenas relaciones” según se le había dicho a su madre, para “aprender” según su prima y al cual parecía increíble que hubiese accedido por su propia voluntad.
- No hagas eso- dijo Regulus en la voz fría que lo caracterizaba. Perfectamente calculada trtando de que el elfo se parara de su reverencia, la asquerosa reverencia que en esa casa había sido decreto y que repugnaba. Las orejas grandes del elfo y la mirada cansada le hacían recordar al que tenía en su casa y que había merecido todos los cuidados que podía ofrecer. Su voz tembló al prepararse a pronunciar las siguientes palabras que le asquearon- Te lo ordeno.
- Mi señora prohibió a Mraek, recibir órdenes del Señor Regulus hasta que aceptara- explicó sin subir el rostro- y la Señora ordenó que si el amo Regulus no accedía a ir a cenar Mraek debía…
- Esta bien, ire, iré.- asintió Regulus con la mirada angustiada mientras hacía el ademán para callarlo. No quería escuchar lo que su prima había ordenado en caso de no querer ir a la Cena de Noche buena. Sabía de su debilidad, aquella única que tenía con las órdenes que les deba a los elfos. – ahora levántate te…- se mordió el labio antes de pronunciarlo- te lo ordeno.
El elfo se levantó con paso cansado antes de asentir, hacer una reverencia y desaparecer de ahí.
Regulus avanzó con un bufido imperceptible caminando hacia el Salón principal.
Y bueno, tendràn màs noticias mìas....si leen, claro, y comentan. Estoy pasando unos dìas tremendos de ocio que no puedo creer....hasta ahora. :) Pueden visualizar una mortìfaga con lentes de sol y un abrigo de piel de dragon? Pues soy yo..! Cariños y la revisiòn...pronto!!
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